La solitaria repetición - Laura Salino
El arte nos resulta pródigo de ejemplos acerca de cómo retorna un tema, no importa cuál (cada loco con el suyo, afirma el refrán) que obsesiona al artista. Sin embargo, a diferencia de la vida cotidiana, no se trata de un impedimento o un tropiezo en el transcurrir de la obra.
En una lejana -pero aún viva- visita al museo de Auguste Rodin, recuerdo la conmoción causada por Las tres sombras, figuras que dominan la entrada a la Puerta del Infierno y que en la Divina Comedia de Dante señalan: “Vosotros que entráis, abandonad toda esperanza”. Rodin realizó varios estudios para esta escultura, y finalmente decidió ensamblar tres figuras idénticas (repetidas) que parecen girar alrededor de un mismo punto. El resultado es fascinante.
En literatura el trabajo con la repetición es tan profuso como gozoso o repugnante pueda resultar ese viaje. Cada uno lo canta a su modo. Fito Páez nos recuerda en ese magnífico tema llamado Tumbas de la gloria el modo neurótico de repetir, el hacer de la repetición un ritual:
“Pero me escapé hacia otra ciudad
Y no sirvió de nada,
Porque todo el tiempo estaba yo en un mismo lugar,
Y bajo una misma piel y en la misma ceremonia.”
Nos deja además una advertencia: no es por vía de la huida como se frena la repetición.
Por su parte, Juan José Saer, en un poema de sus borradores inéditos titulado Otra vez el verano I, nos ofrece su versión melancólica, bestialmente lúcida:
“…hacia la despiadada
repetición, que cada
tarde crece como una
áspera rosa negra…”
Es humano volver. Que sea o no con la frente marchita, como sentencia el tango, hace la diferencia. Hay modos muy diferentes de encontrarse con la repetición: si resulta sólo un accidente conocido o, a pesar de su insistencia, asalta como sorpresa que invita a una impensada creación, cambia las realidades, así plurales como son.
Sería fabuloso que de cada psicoanálisis surgiera un artista: que de cada sujeto empantanado en una repetición sufriente emergiese una repetición diferente, al estilo de Las tres sombras, recordándonos que no es por la vía de la esperanza o de la evitación como las cosas mejoran o se anula el encuentro con la tragedia (esto ya nos lo enseñaron los mitos). Hace falta no esquivar el bulto, mirar a las sombras de frente, animarse a trabajar.
En eso, todos estamos solos.